3.05.2007

De otros blog x Jordi

La furgoneta amarilla
Hola, Hace días que la situación personal de un amigo mío me ha hecho reflexionar mucho sobre los caminos que cada uno de nosotros tomamos para, si no ser felices, sí vivir ilusionados y en paz, que a fin de cuentas es lo más parecido a la felicidad.

Desde que somos niños hasta bien entrados en la edad madura nos dedicamos a imitar los comportamientos y las actitudes de las personas que hemos tenido a nuestro alrededor durante todo ese tiempo vital.
También nos pasamos ese periodo en constante imitación de los patrones que vemos por televisión, que leemos en libros o que escuchamos en boca de conocidos y gurús del comportamiento. Así nuestra concepción de la vida es un compendio de las concepciones de todos los demás.
Podríamos tomar como estandard lo que nuestros padres desearon para nosotros, como por ejemplo estudiar, tener un buen trabajo, una buena esposa/o, comprar un buen carro, tener una buena casa, comer bien, vestir bien, tener dos hijos, parejita a poder ser, y cumplir con lo que llamamos, en una hipocresía adquirida, la sociedad.
Nos pasamos una buena parte de nuestra vida, como decía, en un esfuerzo constante por intentar conseguir estos patrones, o los que sean, y que nos han de asegurar un bienestar y felicidad idílicas.
Sin embargo llega un momento en la vida de todas las personas (y pobre del que no lo tenga), en que descubrimos que esos patrones no nos sirven, o por lo menos, que no nos han llevado al punto al que nos habían prometido.
Se produce entonces una desestructuración interna, un terremoto que hace temblar los cimientos más profundos de nuestras creencias.En ese momento hay quien decide cambiar, otros que apuntalan mejor sus viejas creencias con la esperanza de que pase el terremoto, y otros que sucumben al cambio y no vuelven a levantar cabeza.
Tengo un amigo que siempre dice que porque al vecino le fuese bien comprando una furgoneta amarilla y vendiendo melones por las casas, no vamos nosotros a comprar la misma furgoneta y vender los mismos melones. Y creo que tiene toda la razón.Cuando llega este momento lo mejor es hacer acopio de una gran dosis de valor y escuchar. Pero no escuchar la televisión, ni nuestro mejor amigo/a, ni a los padres, ni al compañero/a, no.
A quien debemos escuchar es a nuestro corazón, el único que tiene siempre todas las respuestas para conseguir nuestra felicidad. Yo creo que debemos hacer silencio y escuchar que dice.
La sorpresa será enorme, y el cambio que nos propone más todavía, por eso debemos armarnos de un valor rayano en la heroicidad, para seguir sus mandatos sin miedo.
Sólo el que sigue los mandatos de su corazón, sin importarle nada más que hacer caso de su sabiduría, consigue esa tan ansiada felicidad serena. El resto, compra y compra furgonetas amarillas en un intento baldío por conseguir lo que otro hicieron.
Ya lo dijo Coelho en su libro más vendido, cuando persigues un sueño de corazón, todo el Universo conspira para que lo consigas.Ánimo, escuchad vuestro corazón y dejad las furgonetas amarillas para los vendedores ambulantes.
Jordi.

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